Caja

TLATELOLCO

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El tercer segmento de las pinturas perteneciente al muro Sur, localizado en el sector Oriental de la Caja, fue diseñado acorde al ritmo de los escalones. La esquina Oriente está ocupada por una canoa desde donde un personaje extiende su caña al Oeste, donde está una rana atrapada en el anzuelo. Bajo ella una caracola camina entre las raíces de las plantas y los nenúfares. En la esquina Oeste, pegado al muro intermedio, se representó una garza macho que tiene un pescado en el pico, y bajo sus pies emergiendo de un remolino está un pez loro. En el muro Norte en la esquina colindante con el Oeste, solo hay una cenefa acuática.

En el Segmento 2, un cazador de patos está de pie sobre su canoa; con la mano izquierda sostiene el remo y con el brazo derecho lanza el minacachalli, una fisga de tres puntas. En la proa está un pato con la panza hacia arriba y tras las espadañas de la esquina hay otro pato.

En el Segmento 3 Norte, diseñado acorde al desarrollo de la escalinata de acceso, un pescador con pantalón corto de pie entre dos plantas de hojas alargadas, como cañuelas, porta una red cónica, y en la espalda tiene un cesto oval para almacenar la pesca. Tras el pescador una serpiente de cascabel devora una rana, otros peces están en los remolinos de agua.

Las evidencias arqueológicas reportan que la Caja de agua fue clausurada durante la primera década del siglo XVII, para lo que se hizo una ceremonia de Finiquito durante la cual se colocaron adobes para rellenar todo el espacio, sobre los que cayeron los fragmentos de la pintura mural que fue desprendida de manera sumamente cuidadosa al cortarse los muros del depósito; finalmente, se arrojaron restos de animales con cenizas y brasas.

En la primera mitad del siglo XVIII fray Juan de Dios Rivera reedificó el convento de Santiago, dejando el muro interno de las crujías de la esquina Suroeste sobre los muros de la Caja de agua del Imperial Colegio de la Santa Cruz de Santiago Tlatelolco, la cual, en los albores del siglo XXI, resurge.

 

Texto y fotografías: arqueólogo Salvador Guilliem Arroyo

 

 

 


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